Protagonistas de la recta final del verano, cuando se encuentran en plena temporada, los higos son una fruta deliciosa y muy saludable. Sus diferentes variedades, blancas, negras o moradas, aportan un festival de colores y sabores en nuestros platos. Si aún no forma parte de vuestra dieta habitual, atentos a los beneficios que aporta y que hoy os contamos.
Las higueras proceden, originalmente, de Asia, siendo una de las casi 800 especies de este árbol del que se obtienen frutos de consumo. El resto se cultivan, fundamentalmente, para la producción de látex o como plantas ornamentales.
El higo, junto con el dátil, la aceituna y la uva, fue la base de la alimentación de las antiguas civilizaciones de la cuenca mediterránea. Según los vestigios encontrados en las diferentes excavaciones llevadas a cabo en zonas de Oriente Próximo, el cultivo de higueras podría remontarse a unos 4.000 años antes de nuestra era. Y es que los fenicios, los antiguos egipcios, cretenses, griegos y romanos ya cultivaron este fruto y valoraron sus excelentes propiedades.
Propiedades de los higos
Contrariamente a la creencia popular, los higos tienen un contenido en azúcar medio, similar al de las cerezas o al de algunas variedades de manzana, por lo que es perfectamente compatible con unos hábitos alimenticios saludables. Además, aporta minerales como potasio, calcio o magnesio, y vitaminas de los grupos B y C.
Los higos son ricos en fibra y son reconocidos por sus virtudes ligeramente laxantes, en este caso, gracias a los pequeños granos del interior. Por este motivo, su consumo está recomendado para regular el tránsito intestinal y facilitar una buena digestión.
Tradicionalmente, los higos se han utilizado como remedio casero para diferentes dolencias, desde infecciones cutáneas hasta abscesos bucales. Considerado un fruto “femenino”, durante mucho tiempo se le atribuyeron propiedades eficaces contra algunas enfermedades propias de este género, como fibromas, cólicos menstruales o, incluso, la menopausia. Parece que su consumo ayudaba a regular el buen funcionamiento de los ovarios, por lo que se aconsejaba su consumo, sobre todo, a las mujeres embarazadas.
Lo que sí está demostrado son sus propiedades antioxidantes, gracias a su contenido en flavonoides, por lo que es ideal para luchar contra algunas enfermedades cardiovasculares.
Cómo elegir y conservar los higos
Los higos son bastante delicados y su vida útil es corta. Como hay diferentes variedades, algunas de ellas con la piel mucho más clara que otras, no podemos guiarnos solo por el color. Lo mejor es hacerlo por la vista y el tacto. Nos decantaremos por aquellas variedades que estén enteras, sin golpes y bien formadas. Su olor debe ser agradable y la textura al tacto firme, pero sin llegar a estar muy dura.
En casa, procuraremos consumirlos cuanto antes, ya que tienden a secarse y a perder sus propiedades organolépticas. En un lugar fresco y seco podrían conservarse hasta cuatro días. También podemos guardarlos en el frigorífico, aunque hay que tener en cuenta que es una fruta que tiende a absorber los olores de otros alimentos. Si optamos por la nevera, procuraremos sacarlos media hora antes de su consumo para disfrutar mejor de su aroma y sabor.
Los higos se pueden degustar al natural, con piel o sin ella. Solo es necesario cortar el pedúndulo superior y cortarlos en dos, para prevenir la presencia de algún insecto en el interior (¡a ellos también les gustan!). Además, son un ingrediente ideal en ensaladas de frutas o como acompañamiento de platos salados, como carnes asadas o la plancha, sobre todo cerdo y pato.
Maridan a la perfección con quesos y patés, en tostas, así como con helados de vainilla y de avellana.
También podemos optar por cocinar los higos. Lo más habitual es preparar confituras o mermeladas, pero también podemos prepararlos asados en el horno o salteados en sartén, acompañados de miel, mantequilla o canela; en brochetas de carne, con arroz o como relleno de aves cocinadas al horno.