La Dieta Mediterránea es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en siete países. Además de serlo, desde hace tres años, en España, Grecia, Italia y Marruecos, países que presentaron la candidatura ante la UNESCO, desde 2014 lo es también en Chipre, Croacia y Portugal. Pero, ¿qué hace tan especial esta dieta para haber recibido tal reconocimiento?
En primer lugar, tal y como asegura la Fundación Dieta Mediterránea, estamos hablando no solo de un patrón alimentario sino de un estilo de vida que combina ingredientes de la agricultura local, recetas y formas de cocinar propias de cada lugar, comidas compartidas, celebraciones y tradiciones que, unido a la práctica moderada de ejercicio físico que permite el clima benigno de los países que la siguen, dan como resultado un excelente modo de vida saludable con múltiples beneficios.
La trilogía olivo, trigo y vid constituye la base de una Dieta Mediterránea caracterizada por la abundancia de alimentos vegetales, pan, pasta, arroz, hortalizas, legumbres, frutas y frutos secos, pescado, marisco, aves de corral, productos lácteos y huevos, así como consumos reducidos de carne roja. El empleo del aceite de oliva como fuente principal de grasa en las comidas, ya sean cocinadas o como aliño de ensaladas y verduras, así como un consumo diario moderado de vino tinto durante las comidas son una de sus señas de identidad, y así lo ponen de manifiesto los expertos. La mencionada fundación propone un decálogo de recomendaciones básicas de esta dieta, que aporta inmejorables beneficios a quienes la siguen. ¿Queréis saber cuáles son? Pues ahí van:
1. Utilizar el aceite de oliva como principal grasa
Es la base de todo lo demás. El aceite de oliva es rico en vitamina E, beta-carotenos y ácidos grasos monoinsaturados, todo lo cual aporta propiedades cardioprotectoras. Hablamos, además, de un producto con siglos de historia, que ha perdurado en las costumbres gastronómicas regionales y que aporta a los platos unas características únicas.
2. Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia
Verduras, hortalizas y frutas son la principal fuente de vitaminas, minerales y fibra de nuestra dieta, por lo que, tal y como afirma la Asociación «Cinco al Día», hay que consumir 5 raciones diarias.
3. Pan y cereales como parte de la alimentación diaria
Indispensables por su composición rica en carbohidratos y energía necesaria para las actividades diarias.
4. Alimentos frescos y de temporada
Consumir las frutas y verduras de temporada permiten aprovechar sus mejores cualidades organolépticas y nutricionales.
5. Consumir a diario lácteos, fundamentalmente en forma de queso y yogures
Son una fuente de proteínas de alto valor biológico, minerales (sobre todo, calcio y fósforo) y vitaminas. Los productos fermentados, además, ayudan a equilibrar la microflora intestinal.
6. Carne roja consumida con moderación
Contiene proteínas y hierro, pero también grasa animal, que debe ser consumida en cantidades pequeñas. Además, es mejor hacerlo como parte de guisos, añadiendo verduras y cereales.
7. Pescado en abundancia y huevos con moderación
Las grasas procedentes del pescado, sobre todo del azul, tienen propiedades muy similares a las vegetales y, por tanto, son buenas para la salud cardiovascular. Hay que consumirlo, al menos, dos veces por semana. En cuanto a los huevos, también realizan un importante aporte proteínas, grasas, vitaminas y minerales.
8. La fruta fresca como postre habitual
Los dulces, pasteles, etc., solo deben consumirse de manera ocasional. A diario, el mejor postre es la fruta fresca y si es de temporada mejor.
9. Agua, como base de la hidratación. Y vino con moderación
El agua es fundamental en la dieta. El vino, sobre todo el tinto, es un alimento tradicional cuyo consumo moderado ha demostrado tener efectos beneficiosos sobre la alimentación, siempre que llevemos una dieta equilibrada.
10. Actividad física diaria
El ejercicio físico, adaptado a las características de cada persona, es casi tan importante como la alimentación. Hay que hacer deporte a diario, de manera moderada, por ejemplo, caminar y, de paso, disfrutar del aire libre.