Representan un porcentaje importante de la población y, sin embargo, son los grandes olvidados cuando se llevan a cabo estudios sobre la situación nutricional de la población porque, la mayoría de las veces, se centran en el grupo de mayores de 65 años (edad oficial de jubilación), sin tener en cuanta que su situación es diferente y sus necesidades nutricionales también.
La esperanza de vida se ha incrementado de manera espectacular durante todo el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI. En 2015, el 5,8% de la población superaba los 80 años. Y la progresión no se va a detener. Según el informe Envejecimiento en Red, publicado por el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), en el año 2061, el 21,1% de la población será octogenaria.
Lo más importante, a la vista de estos datos, es garantizar la calidad de vida de este grupo poblacional y uno de los pilares fundamentales es la nutrición, en la que la Dieta Mediterránea juega un papel clave.
¿Siguen los ancianos los patrones de la Dieta Mediterránea?
Un estudio llevado a cabo en 2011 por el Departamento de Nutrición y Bromatología de Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid y cuyos resultados se han publicado recientemente, se concluye que los ancianos presentan un patrón alimentario algo desviado de lo que conocemos como Dieta Mediterránea. Pero, ¿cuáles son sus carencias?
Si bien los resultados muestran un consumo adecuado de leche y derivados lácteos (3,2 raciones/día), así como de aceites y grasas (<60g/día) e, incluso, de azúcares y dulces (4% de la energía total de la dieta diaria), se observó que no consumen suficientes cereales y derivados (2 raciones/día, frente a las 6-8 recomendadas), ni verduras y hortalizas (solo 1,5 raciones/día, frente a las 3-5 que se recomiendan) y tampoco alcanzan las recomendaciones de consumo de carnes, pescados y huevos (1,4 raciones/día, en lugar de las 2-3 raciones recomendadas).
Las conclusiones fueron que, aunque este grupo de población consume todos los grupos de alimentos recomendados, las cantidades son insuficientes para garantizar una calidad de vida, es decir, no sólo para vivir más años sino para vivirlos mejor.
Test de autoevaluación de alimentación y nutrición en personas mayores
Conscientes de este problema, la Fundación Edad&Vida (Instituto para la mejora, promoción e innovación de la calidad de vida de las personas mayores) presentó, con motivo del Día Nacional de la Nutrición, celebrado el pasado 28 de mayo, los test de autoevaluación y nutrición para personas mayores. Con ellos, de manera rápida, respondiendo a unas sencillas preguntas, las personas pueden comprobar su estado nutricional. Además, en la Guía para la Alimentación y Nutrición de las personas mayores, accesible desde la página de la Fundación, pueden resolver dudas sobre aspectos relacionados con la alimentación, la nutrición y, por supuesto, los hábitos de vida saludable.
Como adelanto, aquí van algunos consejos para nuestros mayores:
• Deben seguir una dieta variada, incluyendo todos los grupos de alimentos que hemos mencionado anteriormente.
• El aceite de oliva virgen es una grasa valiosísima, sobre todo para los mayores. Diversos estudios han confirmados sus beneficios sobre el deterioro cognitivo.
• Al igual que sucede con el resto de grupos poblaciones, las cantidades de comida y los alimentos más adecuados –o menos– deben estar ajustadas a sus características. Nadie mejor que su médico para ayudarles a establecerlas.
• Para garantizar una buena digestión, es necesario masticar bien la comida. Si tiene dificultades para hacerlo, lo mejor es modificar la textura de los alimentos, tomando más purés, sopas, etc.
• Es recomendable hacer 6 comidas al día y, en ningún caso, menos de 3.
• La hidratación es importantísima. Hay que consumir, como mínimo, 2 litros de líquidos al día, sobre todo en forma de agua, pero también zumos, infusiones, caldos, etc., salvo problemas renales u otros tipos de enfermedades, en cuyo caso deberán seguir, una vez más, las recomendaciones de su médico.
• Las personas mayores son uno de los grupo de población que mayor riesgo presentan de deshidratación en verano. Hay que procurar beber más líquido, en pequeñas cantidades, y a lo largo de todo el día, sin esperar a tener sed.
Además de los consejos sobre alimentación e hidratación, hay que tener en cuenta otros aspectos también muy importantes, como la necesidad de practicar actividad física moderada, en forma de ejercicio aeróbico (caminar, bailar, nadar…), ejercicios de potenciación muscular para mejorar el funcionamiento del cuerpo –eso sí, siempre adaptados a las condiciones físicas de cada persona–, ejercicios de flexibilidad para mantener en forma las articulaciones y ejercicios de equilibrio, con el fin de mantener la independencia funcional.
Por último, pero no menos importante, hay que dejar que nos dé el sol. Los niveles de vitamina D suelen ser bajos en las personas mayores, algo que incrementa el riesgo de padecer osteoporosis, fracturas, caídas, etc. Los rayos solares ayudan a sintetizar la vitamina D que el cuerpo necesita, así que tomar el sol (sin protector solar) de 10 a 15 minutos, tres veces por semana (por encima de ese tiempo es necesario utilizar protector solar para evitar problemas mayores). Ah, y no vale tomar el sol a través del cristal porque la vitamina D no se asimila, así que…. ¡hay que salir a la calle!