Melocotón, albaricoque, nectarina, ciruela o, incluso, cereza… todas ellas tienen algo en común: son conocidas como frutas con hueso y su temporada abarca los meses de verano, la época del año en la que podemos disfrutar de una mayor variedad de productos en nuestras mesas.
Todas ellas se caracterizan por tener un bajo índice glicémico, tener muy pocas calorías, un alto contenido en agua y, sobre todo, en fibra, especialmente el melocotón. Estas cualidades hacen que su consumo sea fantástico para ayudar a combatir el colesterol. Todas contienen, en diferente proporción, vitaminas, sobre todo A y C, antioxidantes (carotenos y flavonoides) y minerales, como el potasio, muy beneficiosos para el organismo. Vamos a conocer cada una de ellas.
Albaricoque, una fruta con hueso delicada, pero con gran sabor
Delicados, pero con un aroma y sabor muy intensos, los albaricoques destacan por tener un contenido muy alto en vitamina A y en fibra. Además, son ricos en betacarotenos, que protegen contra enfermedades cardiovasculares. También son fuente de potasio, hierro y cobre.
A la hora de adquirir albaricoques, buscaremos los que sean de color uniforme y cuya carne no sea ni demasiado firme ni demasiado blanda. Un consejo: es una fruta que aguanta muy mal el frío, así que lo ideal es dejarlo madurar a temperatura ambiente y comerlo lo más pronto posible.
Los albaricoques se comen de forma natural, aunque también se pueden usar en mermeladas, compotas, ensaladas de frutas y como ingredientes para tartas.
Melocotón, la fruta con hueso más jugosa
El melocotón pertenece a la misma familia que el albaricoque, la cereza, la ciruela e, incluso, la almendra. Se caracteriza porque tiene una carne jugosa, dulce y fragante. El grosor de su piel varía en función de la variedad. En algunas de ellas es más firme y más sencilla de comer mientras que, en otras, conviene pelar la futa.
El melocotón es muy rico en fibra (es el que mayor contenido tiene entre este tipo de frutas), vitaminas y minerales, además de azúcares naturales.
Cuando vayamos a comprarlos, debemos fijarnos en que sean firmes al tacto, sin manchas. Su color no denota el grado de madurez, ya que hay variedades amarillas y otras mucho más rojas. A diferencia de los albaricoques, los melocotones sí podemos guardarlos unos días en la nevera. Si hemos adquirido los melocotones demasiado verdes, podemos acelerar su maduración dejándolos a temperatura ambiente, preferiblemente dentro de una bolsa de papel (nunca de plástico, que aceleraría su prutefacción).
Es una fruta maravillosa para comer al natural, aunque, si lo vamos a usar como ingrediente, debemos saber que marida a la perfección con sabores como la vainilla, la menta, el ron, el calvo de olor, las almendras y las nueces. Es ideal para reemplazar a la manzana en preparaciones como los “strudels” alemanes o la famosa “tarta tatin” francesa (esta última también se puede elaborar con albaricoques).
Nectarina, ideal para ensaladas
La nectarina es una fruta con hueso originaria de China, que guarda un gran parecido con el melocotón. Ambas frutas pertenecen a la misma familia, aunque la nectarina se distingue por tener una piel suave y más colorida y una carne, por lo general, más blanca, con tintes rojizos en la parte más cercana al hueso.
La nectarina, además de ser una excelente fuente de vitamina A, también contiene vitamina C, potasio y fibra.
Al contrario que ocurre con los melocotones, a la hora de elegirlas huiremos de aquellas que estén demasiado duras, señal de que fueron cosechadas demasiado pronto, ya que es una fruta que madura muy mal una vez recogida. Aun así, podemos intentar acelerar su maduración mediante el mismo método que con el melocotón, es decir, metidas en una bolsa de papel fuera de la nevera. Una vez maduras, se pueden conservar durante unos días en la nevera.
Hay diferentes variedades, todas ellas perfectas para usar en ensaladas, tanto de frutas como junto a otros ingredientes salados. Las variedades más amarillas se utilizan mucho para elaborar compotas y mermeladas.
Ciruelas, una fruta con hueso muy versátil
La ciruela es una de las frutas con hueso más versátiles, ya que existen variedades muy distintas que aportan a nuestras recetas sabores muy diferentes. Los colores de las diferentes variedades van del verde al rojo vivo, pasando por el amarillo hasta llegar al violáceo. Y lo mismo ocurre con su textura, más firme en unas y más tierna en otras, y su sabor, que va del dulce al ácido.
Sea cual sea la variedad, a la hora de elegirlas optaremos por aquellas cuya piel ceda un poco bajo una ligera presión de los dedos. Si están demasiado duras, su grado de madurez será bajo y encontraremos sabores muy ácidos o, incluso, una sensación astringente en boca que no resultará agradable.
Las podemos dejar madurar fuera de la nevera, pero debemos permanecer atentos ya que tienden a estropearse rápido, sobre todo en épocas de mucho calor.
Todas las variedades se pueden degustar en ensaladas de frutas, tartas, compotas o mermeladas, pero su versatilidad va más allá y combinan muy bien con ingredientes de sabores fuertes, como carnes de caza, cerdo o aves.
De las cerezas, ya os hablamos en este artículo donde podéis conocer todos los secretos de esta deliciosa fruta de hueso.