Seis de cada diez españoles comen fuera de casa, al menos durante los días laborales, al no tener tiempo suficiente para regresar al hogar desde sus puestos de trabajo o lugares de estudio. Llevar unos hábitos saludables en esas circunstancias puede llegar a convertirse en un problema. La tentación de tomar el camino fácil y optar por un bocadillo, un sándwich o una pizza en el establecimiento más cercano está ahí, pero, nutricionalmente hablando, no resulta lo más aconsejable. Nuestra salud bien merece que hagamos un pequeño esfuerzo para apostar por una alimentación equilibrada y para ello, la mejor opción es preparar nosotros mismos la comida en casa. Comer de “tupper” será más sano, rico y barato. ¡Todo un acierto!
Una deficiente alimentación en el trabajo afecta a la salud y también a la productividad. No lo decimos nosotros sino la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que cifra en un 20% la pérdida de productividad cuando no damos relevancia a una comida que, para los españoles, es la más importante del día. A eso hay que añadir otro dato y es que, según un estudio llevado a cabo por la Federación de Usuarios Consumidores Independientes (FUCI), ese 60% de españoles que come fuera del hogar se gasta, de media, más de 200€ al mes. Si unimos ambos factores, parece obvio que la alternativa de la fiambrera preparada en casa es la opción más inteligente. Así que, buscad unos recipientes adecuados para llevar alntrabajo y empezad a preparar vuestra comida.
Vencer la pereza, primer paso para comer de “tupper” en el trabajo
Somos conscientes de que las largas jornadas laborales o de estudio no son el mejor aliciente para llegar a casa y ponernos a cocinar los platos del día siguiente. Sin embargo, si seguimos unos pequeños consejos, será más fácil vencer la pereza para comer de manera saludable fuera de casa.
Lo ideal es dedicar solo un par de días a cocinar. Por ejemplo, los domingos por la tarde preparar las recetas que vamos a comer el lunes, el martes y el miércoles. Y los miércoles por la noche, preparar la de jueves y viernes. Esto nos deja el resto de tardes libres, sin tener que preocuparnos de la comida del día siguiente y, además, permite también concentrar el menaje de cocina que manchemos para preparar nuestras recetas.
Cocinar de este modo también va a permitir que desperdiciemos menos alimentos, ya que podemos planificar los menús de esos días y hacer la compra necesaria solo para esos platos. ¡Más ahorro para nuestra economía!
Si aún así nos da pereza dedicar dos tardes a la semana a cocinar exclusivamente para los almuerzos fuera de casa, podemos optar por incrementar las cantidades de comida que preparamos los fines de semana o en las cenas. De este modo, podemos guardar las cantidades que sobren en “tuppers” y tirar de ellas el resto de semana para comer en el trabajo. No es lo ideal porque supone un menú menos variado y más repetitivo, pero siempre es mejor que incurrir en hábitos menos saludables. Y, en cualquier caso, siempre podemos congelar esas raciones extra y llevárnoslas la semana siguiente.
Un recipiente adecuado facilita el trabajo
Seguro que muchos de los que coméis “de tupper” habéis optado por algunos de los modelos de “porta-alimentos” que hay el mercado, con varios compartimentos para los diferentes platos, ¿verdad? Pues sabed que no es un invento moderno. En el siglo XVII, sobre todo en las grandes ciudades, muchos trabajadores se llevaban la comida en unas cajas metálicas, como único modo de hacer una comida completa en su puesto laboral. Los más pequeños de la casa les copiaron la idea y empezaron a llevar su almuerzo a clase en este tipo de cajas, sobre todo las que reciclaban de las galletas.
Como curiosidad… En 1935 se lanzó en Estados Unidos la primera “lunch box” (o caja de comida) decorada con dibujos del célebre Mickey Mouse y, al poco tiempo, aparecieron en el mercado más de 450 modelos diferentes. De hecho, uno de ellos, decorado con la imagen de Superman, se vendió en el año 2000 por 11.500 dólares. A partir de ahí, se vivió un boom sin precedentes en el mercado de este tipo de recipientes. Ya en los años 60, el plástico comenzó a sustituir al metal y, poco a poco, han ido incorporándose mejoras para hacerlos más prácticos.
Como truco, si apostáis por este tipo de recipientes más atractivos y prácticos, seguro que da menos pereza llevar el “tupper” al trabajo.
¿Qué tiene que tener nuestro “tupper” para que sea equilibrado?
A la hora de preparar nuestro “tupper” para llevar al trabajo debemos seguir unas pautas similares a las que tenemos en cuenta a la hora de llevar una alimentación equilibrada en casa, es decir, que incluya una proteína animal o vegetal (carne, pescado, huevos, quinoa…), un aporte de fibra (verduras y frutas), otro de calcio (un derivado lácteo, por ejemplo) y algún hidrato de carbono, como pan, arroz o pasta. Y, recordad, como grasa principal, siempre el aceite de oliva.
A partir de aquí, las combinaciones pueden ser enormes: ensaladas completas, que lleven pescado o alguna carne (como pollo, por ejemplo), revueltos de verduras con huevos, pasta o arroz con diferentes ingredientes, carnes o pescados al horno, con guarnición de verduras, etc.
Siempre es importante adaptar las recetas a nuestras circunstancias personales, desde el tiempo de que disponemos para el almuerzo hasta el tipo de trabajo que realizamos, es decir, si es más o menos sedentario el consumo de calorías será diferente y, por tanto, también habrán de serlo los platos que preparemos. También tenemos que tener en cuenta si en la oficina disponemos de un microondas que nos permita calentar la comida, en cuyo caso las opciones serán aún mayores. Si no es así, tendremos que conformarnos con aquellas recetas que se puedan comer frías, o bien hacernos con un recipiente térmico que permita mantener la temperatura de los platos hasta la hora del almuerzo.
De este modo, ya sea con recetas innovadoras o con platos tradicionales, garantizaremos mantener unos hábitos de vida saludables durante toda la semana, gastando menos dinero.