Reducir el desperdicio de alimentos es el objetivo primordial del movimiento “Ugly Food”, que comenzó en Estados Unidos, una tendencia que cada vez gana más fuerza en Europa y que consiste en poner en el mercado aquellos alimentos que no cumplen con los cánones estéticos que rigen la compra de los consumidores.
Un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo terminan en la basura, según datos de la FAO y España se encuentra en el “top ten” de los países que más alimentos desperdician. Concretamente, ocupamos el séptimo lugar, con 7,7 millones de toneladas de alimentos desperdiciados al año, 1,3 millones de toneladas en los hogares y el resto en la industria y en restauración y negocios.
El desperdicio de alimentos en la industria
En el caso de la industria, gran parte del desperdicio se produce en la primera fase de acondicionamiento de la materia prima, donde se descartan directamente los productos que tienen un tamaño inferior o superior al del calibre normal, o se hacen cribas por color, por morfología, etc. Lo mismo ocurre durante la fase de manipulado o procesamiento interno. En muchas empresas, la propia maquinaria está preparada para que se eliminen elementos que no cumplen con determinados criterios porque creen que el consumidor los va a rechazar y es así como de acaban desperdiciando toneladas y toneladas de productos.
Recuperar esos “alimentos feos” es el objetivo que se ha marcado el movimiento “Ugly Food” para contribuir a reducir ese desperdicio. En Europa, ya son varios los países que han llevado a cabo campañas al respecto. Por ejemplo, en Francia, una conocida cadena de supermercados presentó la iniciativa “Inglorious fruit and vegetables”, colocando en sus centros espacios dedicados a esos vegetales que no eran lo suficientemente redondos, o no estaban derechos, o no tenían en color correcto… y los ofrecían con un 30% de descuento. La campaña iba acompañada de carteles llamativos y tuvo una repercusión bastante importante.
En Reino Unido, uno de sus cocineros más mediáticos, Jamie Oliver, también se unió a la campaña, reclamando que no se discriminase los “vegetales torcidos” (“wonky vegs”, en inglés) y apoyando la iniciativa de otra importante cadena de supermercados que también ofrecía estos productos con un 30% de descuento. De hecho, según la investigación que llevó a cabo ese grupo de supermercados, un 65% de los clientes sí que estaría dispuesto a comprar estos productos “feos” y hasta un 75% lo haría si fuesen un poco más baratos que el resto. En un momento como el actual, donde muchísimas personas pasan hambre y dependen de las ayudas de los bancos de alimentos y de otras instituciones, desperdiciar este tipo de productos solo porque no son tan bonitos como los demás es, cuanto menos, sorprendente.
Dinamarca fue un paso más allá y decidió abrir un supermercado exclusivo con productos que desechan otras cadenas de distribución porque son menos agraciados, porque han alcanzado su fecha de consumo o porque tienen defectos en los envases. Todos estos productos se venden un 50% por debajo de su precio en el lineal y está ayudando muchísimo a reducir el desperdicio y a paliar el hambre entre grupos menos favorecidos.
Nuestros vecinos portugueses cuentan con una cooperativa denominada Frutafeia cuyo eslogan es: “la gente guapa come comida fea”, que también tiene como objetivo recuperar el consumo de estos productos que no se corresponden con las características habituales.
En definitiva, lo importante es hacer llegar al consumidor la idea de que los “productos feos” son nutricional y organolépticamente iguales que los que sí cumplen los cánones de belleza que esperamos de una fruta o una verdura y que, por tanto, no deben ser desperdiciados.