La mayoría de las enfermedades de transmisión alimentaria son causadas por microorganismos patógenos y pueden prevenirse con gestos sencillos. El primero de ellos es llevar a cabo una manipulación adecuada de los alimentos, siguiendo unas normas básicas de higiene cuando manejamos alimentos, desde el momento que los compramos hasta que los consumimos. Esto implica ser capaces de detectar cuándo un alimento está en mal estado, con el fin de descartarlo y evitar problemas. Pero, ¿sabes cómo detectar los alimentos en mal estado?
Alimentos en mal estado: un importante problema de salud pública
Ingerir alimentos en mal estado está a la orden del día y puede acarrear graves consecuencias para la salud. En nuestro país, casi un 67% de las consultas atendidas telefónicamente por los especialistas del Servicio de Información Toxicológica (SIT) estaba relacionadas con los alimentos, la mayor parte tras el consumo de un producto en mal estado o caducado.
Tal y como recoge la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades de transmisión alimentaria (ETA) abarcan un amplio espectro de dolencias y constituyen un problema de salud pública creciente. La manifestación clínica más común consiste en la aparición de síntomas gastrointestinales, pero estas enfermedades también pueden dar lugar a síntomas neurológicos, ginecológicos, inmunológicos y de otro tipo. Es más, no provocan solo síntomas a corto plazo, sino que este tipo de intoxicaciones podrían dar lugar a otras enfermedades más graves en el futuro.
La clave, detectar los alimentos en mal estado
La clave para evitar, en la medida de lo posible, una intoxicación alimentaria reside en ser capaces de detectar los alimentos que se encuentran en mal estado. A priori parece tan sencillo como guiarnos por la fecha de caducidad de los alimentos, así como por el olor, sabor o aspecto que desprenden. Sin embargo, en ocasiones, las apariencias pueden engañar y un alimento cuya apariencia es buena, puede encerrar una contaminación por microorganismos patógenos que derive en problemas de salud.
Es el caso, por ejemplo, de la mayonesa o los alimentos que se preparan con ella, sobre todo ahora en verano. Se puede dar el caso de que una ensaladilla elaborada con mayonesa tenga un buen aspecto, pero que contenga salmonella, una bacteria que provoca salmonelosis, generalmente caracterizada por la aparición brusca de fiebre, dolor abdominal, diarrea, náusea y, a veces, vómitos.
Así pues, extremar las precauciones es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria.
¿Cómo detectar huevos en mal estado?
En primer lugar, nos fijaremos en el código que figura en la cáscara de los huevos y que indica la fecha de consumo preferente, ya que nos dará una aproximación del estado de los mismos.
Hay quienes realizan la llamada “prueba de flotabilidad”, que consiste en introducir el huevo entero en un vaso con agua. Si se queda flotando en la superficie significa que podría no ser apto para el consumo y que su momento de frescura ha pasado. Sin embargo, desde el Instituto de Estudios del Huevo aseguran que no se trata de una prueba fiable y proponen otras señales.
Por ejemplo, la consistencia de la clara. “Un huevo fresco tiene dos zonas en la clara; una más consistente y otra líquida, que se distinguen bien. Cuando el huevo es más fresco, la clara densa es más firme y gelatinosa y pierde esa firmeza al perder frescura. Cuando es difícil distinguir las dos zonas, el huevo es menos fresco”, aseguran. La altura de la yema es otro indicador de frescura. “Un huevo fresco tiene una yema semiesférica sobre la clara densa, y las dos tienen una altura que destaca sobre la clara líquida. Cuando el huevo pierde frescura, la membrana de la yema también es menos firme y la yema se achata, hasta que se aplana por completo, destacando apenas su perfil sobre la clara. Al final, la membrana es tan débil que es fácil que se rompa al cascar el huevo”, añaden.
¿Cómo detectar pescado en mal estado?
El pescado es uno de los alimentos más perecederos, sobre todo en esta época de verano, en la que las temperaturas son más altas. En este caso, sí podemos echar mano de nuestros sentidos para averiguar si es apto o no para su consumo.
En primer lugar, la vista. Un pescado fresco tiene un aspecto brillante y unas agallas rojas o de un rosado intenso. Si vemos el tono del pescado es apagado, opaco, y que las agallas son amarillentas o verdosas significa que el pescado no es fresco y su consumo podría acarrear problemas. Los ojos son otro buen indicador. Deben ser brillantes y con la pupila negra. Descartad los que tengan los ojos hundidos y con una especie de capa lechosa en el ojo.
El olfato también ayuda. Que el pescado tenga un fuerte olor a mar es lo normal, pero cuando ese olor nos recuerda al amoniaco, a rancio o, incluso, llega a ser fétido, el pescado estará estropeado.
Y, por último, el tacto. La carne del pescado ha de ser firme. Cuando se malogra pasa a ser blanda y a descomponerse con facilidad. Es el momento de descartar su consumo.
¿Cómo detectar la leche en mal estado?
En el caso de la leche, también nos guiaremos por los sentidos, comenzando por el olfato. Si está estropeada, notaremos un olor desagradable, como agrio. Lo mismo ocurre con el sabor, que será ácido, aunque, si podemos, deberemos evitar probarla.
Antes de eso, nos fijaremos en el color, que debe ser homogéneo y blanco. Si vemos tonos amarillentos o verdosos, la tiraremos. La textura es otro indicador de su frescura. Debe tener una textura completamente líquida. Al menor atisbo de grumos o cuajos similares a los de un yogur debemos entender que se ha estropeado.
También podemos echar mano del microondas y calentar un vaso de leche. Si cambia su textura y se vuelve pastosa será señal de que está en mal estado.
¿Cómo detectar carne en mal estado?
Para identificar la carne en mal estado, ya sea de ternera, de cerdo o de ave, el olfato será nuestro aliado principal, ya que son productos que, cuando se han estropeado, desprenden un fuerte y desagradable olor.
También puede ayudarnos la textura, puesto que, cuando empiezan a deteriorarse su superficie comienza a volverse viscosa y pegajosa, muy diferente a la textura firme de los productos frescos.
Por último, el color. En el caso del pollo, lo normal es que sea blanquecino o amarillento cuando es un producto fresco. Si vemos que empieza a volverse gris será señal de que se ha estropeado, aunque probablemente, como decíamos, su desagradable olor le haya delatado antes. En el caso de carnes de vacuno o de cerdo, aunque entra dentro de lo normal que su color se modifique un poco por la oxidación al contacto con el aire, nos preocuparemos cuando los tonos pasen a la gama de los verdes.
En definitiva, es muy importante saber identificar los alimentos en mal estado, pero también hay que prestar atención durante la compra, la conservación, el cocinado y realizar una limpieza adecuada cuando sea necesario, con el fin de evitar que se puedan contaminar por contacto con superficies, utensilios, otros alimentos o incluso por nuestras manos. ¡Comamos de manera segura!