¿Quién no ha experimentado alguna vez el placer de dar un paseo por el campo o por el bosque para recolectar moras, frambuesas, grosellas o arándanos? Estos pequeños frutos del bosque, ricos en antioxidantes, se encuentran en plena temporada hasta finales de septiembre o, incuso, principios de octubre. Si tienes la suerte de vivir en zonas donde se producen de forma salvaje, aprovecha que el calor empieza a dar tregua para recogerlos mientras paseas. Y, si no es así, no dejes de comprarlos en el mercado… Sus propiedades son tan beneficiosas que tu cuerpo te lo agradecerá.
Rojos, azules, morados o negros, estos frutos silvestres (aunque ahora ya cultivados en muchas partes del mundo), con un sabor entre dulce y ácido, nos protegen de la cabeza a los pies. Cuentan con un bajo contenido en azúcar y son muy ricos en fibra, sobre todo las frambuesas, lo que ayuda a regular el tránsito intestinal.
Característica de la fruta del bosque
Pero su característica más importante es el alto contenido en polifenoles, sobre todo flavonoides y antocianos, unos antioxidantes muy potentes que luchan contra los radicales libres (causantes del envejecimiento) y reducen la inflamación. Además, su consumo mejora la circulación sanguínea, regula la presión arterial y es capaz, incluso, de normalizar la tasa de glucosa en sangre, por lo que resultan muy beneficiosos para personas que padezcan diabetes tipo 2.
A todo ello hay que añadir un alto contenido en vitamina C, que ayuda a luchar contra diversas infecciones (por ejemplo, respiratorias). Sus antocianos, los pigmentos que dan el color morado o casi negro de algunos de estos frutos, juegan un papel importantísimo en la protección de los ojos, particularmente de la retina, de los efectos nocivos de la luz. Cuenta la historia que, durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos ingleses tomaban este tipo de frutos en grandes cantidades, con el fin de mejorar su visión nocturna. Realidad o leyenda, lo cierto es que estamos ante superalimentos que, además, son delicosos.
Conservación y aplicaciones en la cocina de los frutos del bosque
Los frutos del bosque son muy delicados y tienden a echarse a perder en muy poco tiempo. Lo más importante es recolectarlas en el momento justo de madurez y conservarlas en frío, pero no más de dos o tres días.
Hay que guardarlas sin lavar y procurar hacerlo en una sola capa, ya que el contacto entre unas bayas y otras acelera su putrefacción. Algunas de ellas, como las moras o los arándanos, se pueden congelar y mantienen sus propiedades organolépticas una vez descongeladas. No es el caso de las frambuesas, por lo que es mejor comerlas frescas.
Los frutos silvestres son perfectos para consumir frescos, ya sea solos o como acompañamiento de yogures y batidos, pero también como ingredientes en tartas, magdalenas, bizcochos y helados. Es muy habitual elaborar confitura con ellos, para aprovechar su corta temporada y poder disfrutarlos durante todo el año.
Su sabor agridulce también los convierte en el ingrediente perfecto para elaborar salsas con las que acompañar carnes, sobre todo aquellas más fuertes de sabor, como productos de caza o foie-gras.
Tipos de frutos del bosque
A continuación, puedes conocer los diferentes tipos de frutos del bosque y disfrutar de cada una de ellas.
Cuando son de cultivo, su sabor suele ser un poco más dulce, mientras que las salvajes presentan mayor acidez, aunque existen diferentes variedades con más o menos dulzor.
Si vais a recolectarlas en el campo, tened en cuenta una cosa: las moras son rojas cuando están verdes y solo adquieren su tono oscuro, casi negro, cuando maduran, pero no lo hacen una vez arrancadas del arbusto, así que coged solo las que ya hayan alcanzado esa tonalidad.
Las plantas de frambuesa empezaron a ser domesticadas por los romanos, durante los primeros siglos después de Cristo y, gracias a ellos, las plantas evolucionaron, ofreciendo frutos más grandes. Actualmente, existen más de 200 especies diferentes de frambuesas, algunas de ellas, incluso, son hibridaciones con moras. Las variedades salvajes las encontramos, fundamentalmente, en zonas montañosas y boscosas. Su mejor temporada son los meses de verano y, algunas variedades, las encontramos también en septiembre y octubre.
Tal y como avanzábamos, la frambuesa tiene un altísimo contenido en fibra, por lo que su consumo resulta muy beneficioso para regular el tránsito intestinal. Y, como curiosidad, es habitual utilizar frambuesas para elaborar un vinagre balsámico con el que aderezar ensaladas y platos de carne.
Los arándanos ya se consumían en la época de la Prehistoria, quizá porque, además de su sabor refrescante y acidulado, los primeros hombres descubrieron sus propiedades antidiarreicas y antihemorrágicas. Además, de entre todos los frutos que hemos mencionado, los arándanos se coronan como los “reyes de los antioxidantes”, con el mayor contenido total, sobre todo cuando hablamos de las variedades salvajes.
En la Antigua Grecia, se consideraba que el arándano tenía propiedades medicinales, y en la Edad Media lo prescribían los médicos para tratar diversas enfermedades. Ya en la época moderna, sus propiedades antioxidantes han renovado el interés por la investigación en este fruto.
Al contrario que otros frutos silvestres, los arándanos no fueron cultivados de modo doméstico hasta principios del siglo XX. Aun así, sus variedades salvajes salvaron la vida a los indígenas de América del Norte, que los conservaban en grasa animal para consumirlos durante el invierno, así como a los habitantes de Laponia, que sobrevivían a los duros inviernos gracias a las vitaminas y la energía que les aportaban estos frutos.
Terminamos nuestro repaso por los frutos silvestres con las grosellas, que proceden, sobre todo, de Escandinavia y las regiones montañosas frías del norte de Europa. Quizá se trate del fruto silvestre que menor consumo representa, tal vez debido a que su sabor, más ácido que el del resto, puede resultar menos agradable para algunas personas. Aunque es precisamente ese sabor menos dulce lo que las hace más versátiles en la cocina, como ingrediente de salsas y platos salados.
Su temporada de consumo se extiende entre junio y septiembre. Y, como curiosidad, aunque las incluimos entre los llamados “frutos rojos”, no todas sus variedades tienen ese color, sino que encontramos también grosellas amarillas y grosellas blancas.
Tienen un altísimo contenido en vitamina C y sus pectinas ayudan a reducir los niveles de colesterol en sangre. Además, dicen los expertos que es un potente quemagrasas, por lo que pueden ser un buen aliado a la hora de perder esos kilos de más que hemos cogido en vacaciones.
Después de conocer todos los beneficios que aportan las frutas del bosque… ¿Quién nos acompaña a dar un paseo por la naturaleza para disfrutar de estos maravillosos frutos del bosque que ofrece?