Preparar tus propias mermeladas, confituras o compotas en casa es sencillo y muy asequible. Y, como ocurre con todas las recetas hechas en casa, podremos elegir los mejores productos para llevarlas a cabo. En este post, os contamos los mejores trucos para dar un toque especial a vuestros desayunos y meriendas con mermeladas y confituras caseras.
Un poco de historia
Las mermeladas aparecieron en Europa bastante tarde. Y por una buena razón: su fabricación requiere azúcar, un producto prácticamente desconocido en el viejo continente hasta la época de las Cruzadas.
Fue el contacto con el mundo árabe lo que hizo que Europa descubriese el azúcar y, con ello, las mermeladas que, en un primer momento, se utilizaron como medicina. El famoso personaje histórico Nostradamus, conocido por sus predicciones de futuro, escribió un tratado sobre las mermeladas, asegurando que se consumían por razones de salud.
A partir de la sustitución del azúcar de caña por azúcar de remolacha, cultivada localmente y, por lo tanto, mucho más barata, la elaboración de mermeladas y confituras comenzó a popularizarse.
¿Cuál es la diferencia entre mermelada, confitura y compota?
Aunque todas son similares y tienen en común sus ingredientes, fruta y azúcar, existen pequeñas diferencias entre las mermeladas, las confituras y las compotas.
Las dos primeras son las más similares y solo varían un poco en su forma de elaboración. En el caso de las mermeladas, se utilizan frutas enteras o troceadas, se añade azúcar y se pone a cocer hasta obtener una textura semilíquida. Puede contener pequeños trozos de fruta. La diferencia con las confituras en que, en éstas, la pulpa de la fruta se cuece en almíbar. El producto final tiene una textura algo más gelatinosa y mayor contenido en azúcar.
Por último, las compotas son las que llevan menor cantidad de azúcar y, por regla general, frutas más consistentes –como manzana o melocotón– que permitan obtener, una vez trituradas, un puré.
Preparar mermeladas y confituras es sencillo, pero si queremos que el resultado sea perfecto, deberemos seguir estos pequeños consejos.
- Las frutas, de calidad y en su punto óptimo de maduración: si queremos que nuestra receta salga en su punto, nos podemos olvidar de utilizar las frutas que están a punto de pasarse en casa. Lo mejor es utilizar productos en su momento justo de maduración porque es cuando aportarán la cantidad apropiada de azúcares.
- Productos de temporada: conseguiremos mermeladas y confituras con mejor sabor si optamos por las frutas que se encuentran de temporada ya que, de este modo, las usaremos en su mejor momento en cuanto a cualidades organolépticas. En otoño e invierno nos decantaremos por los cítricos; en primavera y verano, por fresas y frutas de hueso.
- ¿Qué olla utilizar? Lo ideal es una olla de cobre pero, si no disponemos de una, elegiremos alguna que permita calentarse rápidamente y distribuir bien el calor por todos lados. Esto permitirá que gelifique de manera correcta.
- El azúcar, fundamental: junto a la propia fruta, es el ingrediente principal. Mejor utilizar azúcar de buena calidad. Las cantidades variarán en función de nuestros gustos.
- Un toque especial: podemos añadir especias para dar un sabor extra a nuestras recetas, como canela, clavo o, incluso, pimienta. Eso sí, lo haremos con cuidado ya que algunas especias tienen un sabor muy fuerte que podría anular el de la fruta y arruinar el resultado.
- Gelificantes: aunque la mayoría de las frutas contienen pectina, que es un gelificante natural, podemos usar otras variedades para lograr una mejor textura, sobre todo si utilizamos fresas o frambuesas, con menor contenido es este espesante. Los más usados son gelatina (en láminas o en polvo) y agar agar.
Mermelada de aceite de oliva, ideal para nuestros desayunos
Hemos hablado, fundamentalmente, de frutas para elaborar mermeladas, confituras y compotas pero lo cierto es que también podemos utilizar vegetales, como tomates, cebolla o pimientos, y otros ingredientes, como el aceite de oliva.
Solo tenemos que elegir nuestra variedad favorita de aceite de oliva. Prepararemos un almíbar con azúcar y agua, al que añadiremos un gelificante, e iremos añadiendo poco a poco el aceite de oliva para que vaya ligando. Es perfecto para tomarlo con unas tostadas, ya sea solo, con queso, o incluso, sobre un bizcocho.