La zanahoria es uno de los alimentos más saludables que podemos incorporar a nuestra dieta. Muy baja en calorías y rica en vitaminas, minerales y fibra, es un ingrediente ideal para preparar ensaladas, aperitivos, cremas y otros platos. Y, aunque podemos encontrarla en el mercado durante todo el año, las variedades de primavera y verano, que consumimos entre los meses de mayo y julio son las mejores.
Propiedades nutricionales de las zanahorias
Las zanahorias deben sus beneficios para la salud a su riqueza en carotenoides, vitamina A y fibra. Los carotenoides son compuestos con propiedades antioxidantes, por lo tanto, capaces de neutralizar los radicales libres, unas moléculas muy reactivas que están implicadas en la aparición de ciertos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares y enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como las cataratas.
Varios de estos carotenoides son precursores de la vitamina A (es decir, el cuerpo los transforma en vitamina A según sus necesidades). Pero la característica esencial de la zanahoria es su gran riqueza en provitamina A (caroteno), lo que se traduce en que el consumo de 100 g de zanahorias cubre más de la mitad de la necesidad diaria de vitamina A. Entre los 600 carotenoides existentes en la tierra, los principales se encuentran en las zanahorias (ya sea crudas o cocinadas) y son el betacaroteno, la luteína y la zeaxantina.
Así que, si queremos reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer (como el de pulmón), o cataratas, además de mejorar la protección de la piel y ayudar a regular el tránsito intestinal, la inclusión de zanahorias en la dieta es un excelente modo de lograrlo.
Algunas curiosidades sobre las zanahorias
La zanahoria es un vegetal que crecía en la naturaleza hace más de dos mil años, en la zona de Asia Menor. Su domesticación no se produjo hasta el periodo comprendido entre los siglos VI y IX.
Los habitantes de la cuenca mediterránea comenzaron a consumir la zanahoria mucho antes de nuestra era. Sin embargo, ni a griegos ni a romanos les gustaba demasiado. Quizá tuviera algo que ver que, en aquel momento, las zanahorias tenían un color blanquecino, una piel bastante dura y un corazón muy fibroso.
La zanahoria fue llegando, gradualmente, a España, después a Italia y a Francia, tanto las primeras variedades como las procedentes de Afganistán, que ya tenían colores más brillantes. Fue en Holanda, en el siglo XVI, donde se cruzaron variedades de zanahorias para crear la de color naranja, un guiño a la dinastía Orange que reinaba en este país. Estas variedades, más suaves, tiernas y sabrosas, fueron las que triunfaron en todo el mundo.
Más allá del naranja
Aunque esta variedad naranja fue la más extendida, hoy en día podemos encontrar en el mercado más de 500, muchas de ellas de otras tonalidades que ayudan a dar color a nuestros platos.
Tenemos variedades blancas por fuera y por dentro, otras que son moradas por fuera y anaranjadas o amarillentas por dentro. Existe una variedad, denominada Guérande, de un tamaño enorme, casi tan larga como ancha, con un tono que se acerca bastante al rojo. Encontramos ejemplares amarillos por dentro y por fuera, con un sabor muy dulzón; otros morados muy oscuros, casi negros, pero amarillos por dentro; e, incluso, alguna variedad que intensifica su tono naranja cuando se cocina.
Cuanto más claros sean sus colores, menos contenido en carotenoides y vitamina tendrán.
Elegir y conservar las zanahorias
La frescura de las zanahorias se puede reconocer por su color intenso y su brillo. Cuando se venden con hojas, éstas deben ser muy verdes y frescas.
Si las compramos en manojo, con sus hojas, se pueden almacenar durante dos o tres días en el cajón de verduras del frigorífico. Si las queremos mantener durante más tiempo, es conveniente cortar esa parte superior antes de guardarlas. De lo contrario, la planta busca mantener el vigor enviando reservas a la raíz, y veremos cómo se degrada más rápidamente.
En el caso de que las compremos ya embolsadas, se pueden almacenar durante al menos ocho días en el cajón de verduras del refrigerador, manteniéndose en perfecto estado.
Las zanahorias en la cocina
Cuando tenemos unas zanahorias bien frescas, es un placer consumirlas crudas, ya sea enteras o cortadas en rodajas o bastones, o rallándolas para incorporarlas a ensaladas. Además, pueden convertirse en el aperitivo perfecto si las acompañamos de humus o salsas ligeras. También podemos cocinarlas, al vapor, el microondas o en una cazuela con abundante agua y sal, y usarlas como guarnición de otros platos.
Asimismo, podemos elaborar con ellas cremas o, incluso, platos dulces, bizcochos o tartas de zanahoria.
Y si queréis sorprender a vuestros invitados, podéis optar por el glaseado. Para ello, las colocamos en una sartén con una porción grande de mantequilla, una pizca de sal y una cucharadita de azúcar. Añadimos agua hasta un cuarto de su altura y cocinamos sin tapar y a fuego lento hasta que no quede líquido. De este modo, tanto las zanahorias como otras verduras se envuelven en una especie de almíbar, quedando suaves y brillantes. Son perfectas para acompañar una carne o un pescado.