Corría el año 1980 cuando se definió, de manera formal, el término Dieta Medietrránea, poco después de que la Universidad de Harvard publicase los primeros resultados de un estudio que demostraba que los habitantes de los países mediterráneos tenían tasas de enfermedad cardiaca más bajas que las de otros países. Cuarenta años después, nadie duda de que la Dieta Mediterránea, con el aceite de oliva como grasa principal, es la más saludable y sus beneficios son enormes.
A lo largo de estas cuatro décadas, ha quedado patente, tal y como recoge la Fundación para la Dieta Mediterránea, que se trata de “una valiosa herencia cultural que representa mucho más que una simple pauta nutricional, rica y saludable. Es un estilo de vida equilibrado que recoge recetas, formas de cocinar, celebraciones, costumbres, productos típicos y actividades humanas diversas”.
Aceite de oliva como base de la Dieta Mediterránea
Aunque ya lo hemos señalado en muchas ocasiones, no está de más recordar cuáles son las pautas principales de la Dieta Mediterránea, que hacen de ella un patrón alimentario de lo más saludable.
En primer lugar, y más importante, es el tipo de grasa que la caracteriza y que no es otro que el aceite de oliva. Sus propiedades antioxidantes y cardioprotectoras, entre otras, hacen de él un tesoro dentro de esta dieta. Gracias a ello, su utilización ha perdurado durante siglos, convirtiéndose en protagonista absoluto de multitud de recetas, gracias a los sabores y aromas que les aporta.
En segundo lugar, destaca el consumo de frutas y hortalizas, tales como el calabacín. La producción vegetal en España, al igual que ocurre con otros países de la cuenca mediterránea, es enorme y su consumo está generalizado entre la población, que ha entendido los beneficios que aporta el consumo de 5 piezas de frutas y verduras al día, principal fuente de vitaminas, minerales y fibra.
Además, otra de las características de la Dieta Mediterránea es el consumo, fundamentalmente, de productos frescos y de temporada, no procesados. Esto permite alimentarnos de manera más saludable y a base de productos que se encuentran en su momento óptimo desde el punto de vista organoléptico.
El abundante consumo de pescado, cuyas grasas saludables protegen nuestro corazón, una ingesta moderada de carne (restringiendo mucho las carnes rojas) y de huevos, un aporte diario de productos lácteos, como yogures y quesos, y la inclusión de pan y de alimentos procedentes de cereales, como pasta y arroz (mejor si son integrales) son las pautas alimenticias que terminan de definir este modelo nutricional que ha conquistado el mundo entero.
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
El conjunto de beneficios que aporta la Dieta Mediterránea la llevó a ser nombrada, en 2010, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, que la definió como “un conjunto de habilidades, conocimientos, prácticas y tradiciones que van del paisaje a la mesa, incluidos los cultivos, la cosecha, la pesca, la conservación, el procesamiento, la preparación y, en particular, el modo de consumir los alimentos”.
Pero la Dieta Mediterránea, destaca la UNESCO, abarca mucho más que solo comida. “Promueve los contactos sociales, las comidas colectivas son la piedra angular de las costumbres sociales y los eventos festivos. Ha dado a luz un cuerpo formidable de conocimiento, canciones, refranes, historias y leyendas. Se basa en el respeto por el territorio y la biodiversidad, y garantiza la conservación y el desarrollo de actividades y artesanía tradicional relacionadas con la pesca y la agricultura en las comunidades mediterráneas. Además, las mujeres juegan un papel particularmente vital en la transmisión de conocimientos, en el conocimiento de rituales, gestos y celebraciones tradicionales y, en definitiva, en la preservación de este estilo de vida”, tal y como recogió su candidatura para entrar en esta selecta lista.
Así pues, aunque sea desde un punto de vista “formal” … ¡celebremos el 40 aniversario de la Dieta Mediterránea!
