Si hablamos de productos de temporada otoñal, uno de los grandes protagonistas son las castañas. Asadas al fuego o como ingrediente de otros platos. Las castañas son originarias de Persia, aunque están presentes en Europa desde la Edad del Bronce. Tradicionalmente, el castaño ha sido considerado un símbolo nutritivo, ya que su fruto, rico en carbohidratos y fibra, con una carne harinosa y dulce, y un alto contenido en calcio, magnesio y vitaminas B y E, servía para acompañar muchas preparaciones alimenticias cuando empezaba el frío.
Ese contenido en magnesio es muy beneficioso para mejorar el estado de ánimo en estos días en los que la disminución de horas de luz puede afectar a nuestro organismo. Ya sabéis, si queréis empezar el día con ánimo… ¡tomad una ración de castañas! Además, por su riqueza en vitamina E y ácidos grasos esenciales, la castaña ejerce una acción hidratante sobre la piel y le da flexibilidad y luminosidad, a pesar del frío. También estimula los vasos sanguíneos, lo que ayuda a reducir el enrojecimiento de la cara debido a las bajas temperaturas.
Un fruto robusto, pero al mismo tiempo frágil
Aunque, aparentemente, es un fruto robusto, las castañas se estropean con facilidad, por lo que es muy importante elegir bien los ejemplares que vamos a comprar.
Nos fijaremos en que la piel sea brillante, ya que será síntoma de frescura. Además, observaremos que no tengan pequeños agujeros porque son señal de que pueden contener gusanos y, por tanto, no podremos comerlas. Un buen truco para ver si hemos elegido bien es meterlas en agua. Si flotan, estarán secas o huecas. Si se van hacia el fondo, es buena señal.
En cualquier caso, una vez que las hayamos comprado, procuraremos consumirlas cuanto antes. También es posible congelarlas para consumirlas posteriormente. En ese caso, les haremos una incisión en forma de cruz en el extremo más fino para evitar que se rompan durante el proceso de congelación.
Asadas, cocidas, en salsa…
Una de las maneras más tradicionales de consumirlas es asadas al horno o, si disponéis de una chimenea o barbacoa, a la brasa. Usaremos el mismo truco que para la congelación, es decir, haremos una incisión con un cuchillo afilado y las pondremos en la bandeja del horno –o en una sartén especial para castañas, con agujeros en el fondo– durante unos 20 minutos. Transcurrido ese tiempo, podremos quitar la piel con facilidad.
También podemos consumirlas cocidas, añadiendo o no azúcar. Una vez cocidas, pueden aguantar 4 o 5 días en el frigorífico.
Su alto contenido de almidón permite que la castaña pueda ser un sustituto perfecto de la patata para espesar sopas. Pero, sobre todo, porque esta forma de almidón resistente es favorable para el buen funcionamiento del intestino, a lo que contribuye también su alto contenido en fibra.
Y, por supuesto, es perfecta para usar en purés que acompañen carnes, en asados, en confituras o para preparar el delicioso marrón glacé, un postre francés que consiste en confitar o glasear la castaña y que es muy típico en la época navideña.
Viendo estas imágenes… ¿no se os hace la boca agua pensando en degustar unas castañas? ¡A nosotros sí!