Favoritos de pequeños y mayores, los helados son uno de los grandes protagonistas del verano. Aportan frescura y placer y, además, tienen propiedades nutritivas beneficiosas y son perfectamente compatibles con una dieta equilibrada. ¿Quieres saber más sobre ellos?
Los helados contienen cantidades significativas de nutrientes, aunque algunos más que otros, como veremos a continuación. En general, según afirman los expertos de varias universidades españolas, responsables del informe “Helados sanos por 3 razones”, su consumo no solo no desequilibra la dieta sino que la puede llegar a enriquecer, ya que aporta cantidades significativas de calcio y proteínas, además de vitaminas y minerales. Eso sí, como todo, hay que consumirlos con moderación porque también aportan un contenido significativo de azúcar, y siempre dentro de una dieta equilibrada. Un claro ejemplo de helados saludables son los de La Ibense Bornay, la empresa andaluza ha desarrollado una gama de helados que tienen como base el aceite de oliva, un placer saludable y delicioso.
Tipos de helados
Hay muchos tipos de helados pero, básicamente, podemos clasificarlos en dos grandes familias: los helados de base láctea, que incluyen los helados de crema y de leche; y helados de base acuosa, que son los sorbetes y los coloquialmente conocidos como polos. El valor nutritivo de ambos grupos es diferente.
Los primeros contienen leche, por lo que son una fuente de calcio y de proteínas de alto valor biológico, por lo que los expertos recomiendan incorporarlos como complemento a la dieta. Eso sí, como decíamos, de manera moderada porque también contienen grasas –procedentes de la leche–, así como azúcares. El consumo de 100 g de este tipo de helados de base láctea puede cubrir entre un 10 y un 15% de las necesidades diarias de calcio. Por este motivo, los expertos en nutrición recomiendan su consumo, sobre todo en segmentos de la población que siguen dietas con reducida ingesta de calcio o para aquellos grupos que necesitan reforzar este nutriente, como es el caso de las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia.
Por su parte, sorbetes y polos tienen un valor nutritivo menor, salvo aquellos que están elaborados a partir de zumos de frutas, en cuyo caso aportan a la dieta vitaminas y minerales. En este caso, no contienen grasas, por lo que pueden resultar más apropiados para personas que tengan problemas relacionados con los lípidos (como hipercolesterolemia, por ejemplo). Y al igual que los de base láctea, contienen azúcares, así que los consumiremos con precaución también.
Hay que desterrar un mito bastante extendido y es el de que los helados son productos altamente calóricos. En realidad, considerando el que más calorías aporta de todos ellos, que sería un helado de crema, su aportación energética (por 100g) representaría unas 150 calorías, es decir, el 12% de la cantidad de calorías que deben ser cubiertas por una dieta normal. Se trata, pues, de una cifra moderada, así que no es necesario que renunciemos al placer de comer un helado de vez en cuando.
Fuente de placer
Cuando tomamos un helado no solo aportamos nutrientes al organismo sino que, además, se activa un conjunto de complejos mensajes sensoriales en nuestro cerebro, en los que intervienen el gusto, los aromas y la agradable sensación de frescor al comerlo. Es decir, no solo es un producto saludable sino que nos produce un enorme placer sensorial que lo convierte en un alimento único, apto para todas la edades.
La oferta es, además, muy amplia, gracias a que se trata de un producto muy versátil, que admite multitud de ingredientes, desde frutas o especias, pasando, incluso, por el aceite de oliva.
Resumiendo, los helados son nutritivos, forman parte de una alimentación equilibrada y su consumo nos produce placer, así que… ¡disfrutemos de ellos este verano!