Nuestro elevado ritmo de vida provoca que, en ocasiones, descuidemos tanto el modo en que comemos como los productos que elegimos. Esto deriva muchas veces en un aumento de peso o en trastornos alimentarios. Pero, ¿podrían las técnicas de alimentación consciente ayudarnos a evitarlo? Eso es lo que defienden los partidarios de la filosofía «mindful eating», que abogan por conectar con nuestras emociones a la hora de la comida para mantener nuestro peso a raya o evitar otro tipo de problemas y alcanzar un bienestar pleno. ¿De qué manera? Vamos a verlo.
Para empezar, deberíamos conocer el significado del concepto “mindfulness”. Hace referencia a la atención plena, es decir, a ser plenamente conscientes de lo que estamos haciendo o de lo que está sucediendo. Tal y como recoge AEMIND, la Asociación Española de Mindfulness, el término designa un conjunto de prácticas o ejercicios mentales que tienen en común el hecho de fijar la atención en el momento presente. Aunque se trata de una práctica de origen budista, con más de 2.500 años de antigüedad, en Occidente empezó a hacer su aparición hace unas tres décadas, sobre todo para tratar problemas asociados al estrés o al dolor crónico. Hoy en día es aplicable a muchos campos y “sirve para reducir la reactividad ante el estrés, así como los síntomas de ansiedad y depresión. También incrementa la capacidad para regular el estado de ánimo, favoreciendo el afecto positivo”, según AEMIND.
Los defensores de esta propuesta aseguran que es el único método de luchar contra el “sinsentido” en que se ha convertido el modo de vida de muchas personas en la actualidad, donde la acumulación de tareas a las que prestar atención hace que se pierda un poco la noción de todo.
Cómo se puede aplicar a la nutrición
Algunas investigaciones han dado la voz de alarma, asegurando que las distracciones mientras comemos hacen no solo que disfrutemos menos de la comida, sino también que pueda generarnos situaciones de estrés o ansiedad o, incluso, que comamos en exceso y que aumentemos nuestro peso. La prueba está en que muchas personas no son capaces de recordar lo que comieron ayer, o qué aromas o sabor tenía esa comida… simplemente porque no estaban comiendo de manera consciente y estaban prestado más atención a otros estímulos.
Según la filosofía del “mindful eating”, cuando comemos sin atención consciente es como hacerlo con un piloto automático puesto, lo que nos lleva a ignorar nuestras sensaciones de hambre o saciedad. Por ese motivo continuamos comiendo a pesar de estar saciados, por el hecho, simplemente, de que queda comida en el plato. También es frecuente encontrar a personas que se refugian en la comida para aliviar emociones negativas. Y todo ello puede derivar, como decíamos, en situaciones de ansiedad o estrés, ganancia de kilos y, en definitiva, ejercer un efecto negativo para nuestra salud, y todo por no llevar a cabo una alimentación consciente.
Hay diferentes centros y empresas que ofrecen talleres y cursos para aprender a practicar una alimentación consciente, con el objetivo de evitar estos problemas, aunque, a rasgos generales, los principios que rigen el “mindful eating” son los siguientes:
1. Sé consciente de cómo comes. Párate a pensar cómo es tu sensación cuando tienes hambre para no confundirla con aburrimiento o ansiedad. Así podrás esperar a tener hambre para comer y no hacerlo con la llamada “hambre emocional”. También te ayudará a conocer las señales que indican que estás saciado.
2. Bebe un vaso de agua antes de comer. A veces, es posible confundir la sensación de hambre con la sed, además de que hacerlo nos ayuda a saciarnos antes.
3. Come tranquilo. Toma el tiempo que sea preciso para mirar, oler y degustar los alimentos, para conectar con las sensaciones que producen. Esto incluye todo el proceso, desde cómo pones la mesa hasta el modo en que utilizas los cubiertos. Para lograrlo, olvida la televisión, la radio, Internet, el periódico o cualquier cosa que pueda distraerte de lo verdaderamente importante, que son los alimentos que vas a tomar.
4. Come sentado. El hecho de preparar la mesa y sentarnos a comer nos ayuda a afrontar el momento sin ansiedad, así que hazlo, aunque solo vayas a tomar un tentempié entre horas.
5. Mastica lentamente. El cerebro necesita 20 minutos para recibir el mensaje de que nuestro organismo está nutrido. Si masticamos despacio ese mensaje de saciedad llegará cuando hayamos comido menos alimentos. Tampoco está de más hacer pequeñas pausas entre bocados, con el fin de ser conscientes de lo que estamos haciendo.
6. Elige los alimentos que son agradables para ti y que nutren tu cuerpo. No etiquetes los alimentos como buenos o malos, pero sí debes ser consciente de sus valores nutricionales y cómo pueden ayudarte a mejorar tus necesidades energéticas.
7. Pon los cinco sentidos en lo que estás comiendo. Los alimentos nos ofrecen colores, aromas, sabores, texturas… y ser plenamente conscientes de todos ellos nos ayuda a establecer una mejor relación con la comida.
Siguiendo estos principios evitamos saturar a nuestro cerebro de estímulos que no ayudan a concentrarnos en lo verdaderamente importante, que es el momento de la comida. Y, con ello, seguramente lograremos tomar solo lo que necesitamos y mejorar nuestra salud y nuestro bienestar.